lunes, 5 de octubre de 2015

Regreso a Isla Mujeres


Después de dos años volvimos a Isla Mujeres. A pesar de ser el mismo lugar, nuestra experiencia fue totalmente distinta. En esta ocasión el cielo estaba cubierto de nubes, el mar Caribe estaba picado y corría un viento tibio.


Desembarcamos en la isla y en vez de partir a la playa Norte arrendamos una lancha. Apenas dejamos el muelle, el capitán tomó un paquete de galletas y las molió en el borde del bote. De inmediato aparecieron cientos de peces que casi podíamos tocar. Había de todos los tamaños y en varias tonalidades. El más feliz era Pablo, nuestro sobrino de seis años.

La lancha siguió su camino hasta detenerse cerca del faro viejo, en unos roqueríos en medio de la nada. Nos pusimos salvavidas, snorkel y nos lanzamos al mar. El agua estaba más helada de lo esperado. Debo decir que lo mío no son estas actividades acuáticas. Mientras Macarena y sus papás nadaban felices, yo y Pablito nos sujetábamos de un salvavidas empujado por el guía. Pablito quería nadar sin el salvavidas y yo me encontraba más a gusto sujeto al flotador que chapotenado entre las olas. El espectáculo natural era hermoso. Los peces nadaban libres entre corales y rocas. Cada vez que el guía soltaba migas de galletas los peces nos rodeaban. Así estuvimos un buen rato, hasta que llegó la hora de volver al bote.

Playa Tiburón, Isla Mujeres
Playa Tiburón
Playa Tiburón, Isla Mujeres
Playa Tiburón

Playa Tiburón, Isla Mujeres
Playa Tiburón


Seguimos rodeando la costa de Isla Mujeres, nos detuvimos un momento para ver un lejano show de delfines y luego atracamos en playa tiburón. Ahí descansamos un rato, tomé algunas fotografías y disfrutamos de un exquisito pescado asado con arroz, fideos, repollo y tortillas de maíz, acompañado de un copón de tequila margarita y música mexicana en vivo.

Comimos todo el pescado que quisimos y la lancha nos condujo hasta el muelle de Playa Norte. En el camino vimos algunas hermosas casas, hoteles y restaurantes.
Café Mogagua. Isla Mujeres
Café Moguagua
Bajamos del bote y se puso a llover. Macarena y su familia siguieron hacia la playa. Yo tomé rumbo al centro de la isla para hacer fotografías. En eso un café llamó mi atención. Afuera, sobre una barra, tenía una imagen de Buda. Dentro, la gente conversaba relajadamente rodeada de fotos en blanco y negro de gran formato, con rostros de personas con la boca abierta. Me acomodé en la barra y pedí un expreso doble. El café, cultivado en el estado de Chiapas, estaba delicioso.
Isla Mujeres
Isla Mujeres
Seguí caminando por calles estrechas rodeadas de tiendas con souvenirs y restaurantes hasta que llegué a Playa Norte. El viento y la lluvia volvieron el paisaje un lugar muy distinto al que visitamos dos años atrás. Macarena y su familia eran las únicas personas en la playa guarecidas bajo el puesto del salvavidas. Recogimos nuestras cosas y volvimos al centro.
El Patio, Isla Mujeres
El Patio
Isla Mujeres
Isla Mujeres

Antes de tomar el ferry de regreso a Cancún nos detuvimos en un pub hippie, donde una pareja de americanos cantaba algo de blues. El patio del local estaba a salvo del viento. Pedimos unos margaritas, brindamos y descansamos un rato. Es probable que hubiesen preferido un espectáculo de música mexicana, pero no pude negarme al tono suave de la cantante y al ritmo relajado del bajo. La lluvia y la isla invitaban a ese descanso. 

No importa donde me encuentre, la atmósfera de café acogedor o un bar con música en vivo me hacen sentir como en casa. Cobijado por el calor y la energía del café, o dejándome llevar por el relajo de una cerveza y una música cadenciosa. Isla Mujeres es un excelente lugar para encontrar ambas cosas. Incluso un poco de soledad, a una hora de Cancún.

Hernán Castro Dávila
Cancún, México


Enero 2015

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