viernes, 12 de julio de 2013

Trotar en el Caribe y sucumbir en el intento

Zona hotelera de Cancún

Hotel  Vegetación y quitasoles  Celeste caribe  Zona hotelera de Cancún  Templo del Alacrán: Yamil Lu'um  El hotel y la ruina

Desperté acalorado. Macarena apagó el aire acondicionado y la alta temperatura de la habitación me arrancó del sueño lentamente. Tenía una sed indescriptible y el cuerpo me pesaba, como si los músculos no quisieran responder a mis requerimientos. No tenía nada de hambre.


Estaba agotado. Por la mañana salí a trotar por la playas de Cancún. A paso suave avancé sobre las arenas blancas. A la izquierda vi pasar una hilera de hoteles espectaculares, unos más lujosos que otros, mientras sus residentes apenas se levantaban. A la derecha, el Mar Caribe se extendía fosforescente y movido por el mismo viento que hacía correr las nubes sobre mi cabeza, dejando el sol al descubierto.

La hermosura del paisaje me invitó a seguir hasta la punta de la isla, donde unos bloques de cemento detenían el avance las olas, formando una piscina de agua turquesa.

Respiré profundo, me saqué la polera e inicié mi ruta de regreso. En el camino me encontre con Macarena, Isabel, Luis y Catalina; quienes se dirigían hacia el mismo destino. Un poco más allá, Milton y Belén compartían con Pablo, de 4 años, quien hacía sus primeros pasos en el mundo del surf.

A medida que pasaban los minutos, el calor aumentaba y el regreso se hacía más extenso, hasta parecer interminable. En medio de los hoteles una ruina maya se alzaba tímida: El Templo del Alacrán. Esta estructura de piedra fue mi punto de referencia para saber que ya estaba llegando a mi destino. Finalmente troté una hora y media bajo el sol abrazador del Caribe.

Los dos vasos de aguas que bebí apenas llegué al hotel y el baño en la piscina me devolvieron el alma al cuerpo. Al menos por un momento. Fue en la tarde, luego de ir al centro de Cancún por artesanías, que me dio un cansancio indescriptible. El apetito desapareció, me dio mucha sed y el sueño me embargó de forma súbita.

No me quedó más remedio que ir a la habitación, darme una ducha y tenderme en la cama para dormir una larga siesta.

A pesar del suave dolor en los músculos, una leve sonrisa se dibujó en mis labios. Estaba agotado, sufriendo las consecuencias de una pequeña deshidratación, pero feliz de haber vivido la experiencia de trotar en medio del Caribe mexicano. Esa sensación de plenitud al sentir el viento tibio en el rostro, mientras veía las olas de color turquesa y mis zapatillas se hundían en la arena blanca, no la olvidaré jamás.


ÍNDICE

Crónicas: Vacaciones en CancúnCancún: Un lugar fuera del tiempoTrotar en el Caribe y sucumbir en el intentoUn día en Isla MujeresEn la Ruta de la cultura maya: Tulum y CobáExperiencia Coco Bongo.

10 Fotografías: Quintana RooCancúnIsla MujeresTulumCobá.

Video: Qué visitar en Cancún

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